LA SOCIEDAD POLARIZADA DEL SIGLO XXI.

LA  SOCIEDAD POLARIZADA DEL SIGLO XXI.

En sesión del Concejo Municipal el pasado viernes 24 de mayo en sesión de control político abordamos un tema espinoso en Baranoa, la Seguridad. Y digo espinoso porque este es un tema de marcado interés nacional y de la cual nuestra amada tierra no escapa.

Expresaba en esa sesión parafraseando las anécdotas de mis abuelos y padres que me decían: “los tiempos de antaño fueron mejores, donde se podía deambular por las calles sin ningún tipo de problema, todo el mundo se conocía, y a pesar de vivir apunta de mechón y vela hasta se dormía con las puertas abiertas, era tanta la tranquilidad de aquellos tiempos que hasta los borrachos amanecían dormimos en los sardineles y nada les pasaba”.

Mi amigo Carlos Consuegra Palma me decía,.. En aquella época cuando más una tranca en el rincón de la casa para defenderse, la cual se llenaba de polvo, moho y telaraña porque no se usaba, y utilizaban solo repelentes no para los bandidos sino para no dejar entrar al mosquito.

La tranquilidad, cuentan, reinaba nuestras calles polvorientas, solo se escuchaba el rebuznar y el andar de los burros al amanecer, y el canto perturbador de los gallos que irrumpían la tranquilidad de la madrugada, se escuchaban los gritos de quienes madrugaban a gritar para  vender empanadas, arepa, yuca, batata, ñame, ahuyama, el bollo e yuca, caramañolas de maíz, la leche, en fin.., qué tiempos aquellos.

Yo recuerdo que me levantaba bien tempranito y me iba para la esquina del viejo Gatelú en legañado y caramañola de maíz en mano a contar cuantos burros de nuestros viejos campesinos pasaban para las parcelas, y me cansaba de contar y saludar, eran filas interminables.

En la tarde nos apoderamos de la calle 15 a jugar bola e trapo, solo nos deteníamos cuando pasaban las personas y el andar de regreso de centenares de burros con nuestros campesinos,  y por las noches era infaltable jugar a la llevabala, tripitalacagala, cuatro ocho y doce, el fusilao, el escondió, la chequita, etc..Jugábamos con una tranquilidad desprevenida, sin una sola moto o motocarro manejado por un loco de los que hoy tanto abundan en Baranoa.  

Hoy la realidad contrasta con esos tiempos, Baranoa de antaño Vs Baranoa moderna, estos cambios bruscos en la cultura y costumbre de las nuevas generaciones demarcan la gran diferencia,…el rebuznar madrugador de los burros se cambio por el estruendoso, fastidioso e insoportable ruido de la motos conducidas sin control;
El cantar de los gallos ya no irrumpe en las madrugadas, hoy es el sonido envolvente de equipos de amplificación que ensordecen y retumban en nuestros tímpanos.

Hoy ante el desenfreno por aplicar las costumbres, culturas e influencias euro americana de siglo XX y XXI, lo que antes era prohibido y contralado es normal y aceptable por la sociedad moderna - vanguardista, preocupada más por el consumismo desenfrenado que por los principios y valores impartidos.

Hoy donde ya nadie respeta a nadie, donde la degradación nos ha llevado a estilos de comportamientos inaceptables, presenciamos a hijos abusados por sus padres y viceversa, adultos abusando de menores, mujeres maltratadas verbal, sexual y físicamente, discriminación racial y sexual, el facilismo.

Nuestras últimas generaciones viven la cresta más alta de la denominada sociedad de la información. Leía el libro “Colombia ante los retos del Siglo XXI” del escritor Manuel Alcántara Sáez: “Los retos del siglo XXI es lograr regular y orientar por causes civilizados los diferentes conflictos sociales y políticos que entrecruzan a la sociedad”. Sociedad que debe propiciar cambios sustanciales desde lo intrínseco de las familias, impartiendo acciones claras de comportamiento, valores y principios que se han perdido en la intimidad de la unidad familiar.

En la primera década del siglo XX, de los cuatro millones de colombianos, solo el 12% vivía en ciudades de más de 10.000 habitantes. El analfabetismo superaba el 75% y solo uno de cada 6 niños iba a la escuela. Las epidemias amenazaban a los menores, y el tifo, la viruela o las enfermedades gastrointestinales mataban a uno de cada seis niños antes de cumplir un año. Los médicos solo existían para la minoría que podía pagarlos: para las enfermedades había que resignarse a infusiones de hierbas u otras formas de medicina alternativa y casera. Apenas uno de cada 50 colombianos terminaba secundaria, y uno de cada 200 la universidad: para ser campesino o peón urbano no era necesario saber leer y escribir. El país tenía teléfonos en cuatro ciudades grandes, luz eléctrica, y una red de telégrafos que permitía mandar mensajes, en código Morse y ahorrando palabras, a 600 municipios. Y para moverse, ahí estaban las mulas, pero sobre todo las piernas: los caballos eran de los ricos, y los trenes que salían de Bogotá o Medellín no llegaban todavía al río Magdalena. En el país había dos o tres automóviles, que no podían alejarse mucho.
Las mujeres estaban, en teoría, en el hogar: sin derechos políticos, debían someterse, según la ley, a la autoridad del marido, vivir donde este decidiera, entregar todos los bienes a su administración. En la práctica muchas tenían pequeños negocios, hacían artesanías o sembraban la tierra, y vivían con independencia o lograban el respeto o el trato igualitario por parte su pareja. Pero si recibían un salario, era casi con seguridad por trabajar en el servicio doméstico, que incluía con frecuencia obligaciones sexuales, y muchas tenían que someterse a las violencias y humillaciones que les propinaban sus compañeros o maridos. Ninguna mujer estudiaba bachillerato, ninguna era profesional: lo más cercano a esto eran las maestras, que llevaban algo de educación a las zonas rurales, o las monjas, que atendían en orfanatos o asilos. La vida sexual era más o menos libre en algunos sectores populares y regiones del país, aunque siempre sometida a la maldición del embarazo frecuente. Pero las mujeres de clase alta o media, o las de regiones donde la iglesia había impuesto sus normas, que podían disfrutar de ciertos nichos de independencia en sus hogares o su vida social, estaban sometidas a obligaciones de fidelidad y ascetismo que no cobijaban a sus maridos.

En cien años, es obvio, muchas cosas se trasformaron: el siglo XX fue un siglo de cambio acelerado. ¿Cuáles fueron los cambios más importantes? ¿La transformación de la economía, el auge cafetero que nos abrió al mundo, el desarrollo de una industria nacional, que elevó substancialmente el ingreso de los colombianos, o el montaje de los servicios públicos, que nos hizo esclavos de la electricidad, el agua, el radio y el teléfono? ¿O la urbanización, con el desplazamiento masivo de campesinos hacia las ciudades, que llevó el número de colombianos que viven en ciudades de más de 10.000 habitantes a más del 70%? ¿O los cambios en la atención de salud, que erradicaron las epidemias, redujeron a la décima parte la mortalidad infantil y, a pesar de lo que se roba la violencia, más que doblaron la duración promedio de la vida de cada colombiano? ¿O la escolarización general de la sociedad, que hace que hoy todos los niños vayan a la escuela primaria, uno de cada dos termine secundaria y uno de cada cuatro entre a la universidad? ¿O el desarrollo de los medios de comunicación, que reemplazó la palabra del cura o del maestro por la radio, el periódico y la televisión, que nos trajeron el tango y la ranchera, la salsa y el rock, los noticieros y las prédicas evangélicas, y que hacen que hoy en el 95% de los hogares la gente se entere de las catástrofes mundiales, se apasione con el fútbol y las telenovelas y oiga, con variable escepticismo, las promesas de los políticos? ¿O el cambio en el sistema político, que convenció primero a los ciudadanos que podían ser ciudadanos y transformar sus vidas mediante la participación política, los arrastró luego a un sistema clientelista en el que los políticos tuvieron que dar favores y servicios para lograr los votos de un electorado más exigente, y que ahora parece apuntar a una sociedad en la que los ciudadanos se creen con derechos superiores a los de políticos y funcionarios del Estado, los eligen porque creen en su capacidad para enfrentar los problemas y los asedian con sus exigencias de honestidad y eficacia?

No es admisible aceptar que la transformación de la sociedad del siglo XXI, haya contribuido al desmedro  de las condiciones esenciales del hombre.

Será que aquella frase de que todo tiempo de antaño fue mejor, es la justificación de la sociedad moderna en su incapacidad de modularse ante la llegada de trascendentales cambios a los cuales aún no estábamos preparados.  
 



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