LA PLATA DE LA SALUD SIGUE DESVIANDOSE: CONTRALORA SANDRA MOLERIS
Sin lugar a duda la
experiencia más frustrante desde la Contraloría General de la República, se
viene sucediendo respecto del sector salud. Más frustrante porque desde el
inicio del ejercicio de nuestras funciones pudimos identificar un control débil
y mal orientado, y luego al reorientarlo e intensificarlo, entendimos cómo los
espurios intereses de algunos operadores privados logran cooptar el estado,
producir reglamentos, desorientar al legislador, nulitar la justicia penal y
tratar, incluso, de influir en la jurisprudencia.
La evidencia de
manejos financieros en plena contravía con el mandato constitucional y lo
establecido en la ley, no logra desentrabar a la administración pública, que
hasta hoy aparece como mandante vergonzante, pero muy eficiente de las EPS.
La construcción del
mito que nadie quiere desmontar, como por ejemplo que la administración
fiduciaria ha garantizado la transparencia y ha proscrito la corrupción, no se
compadece con el manejo realmente existente. Y qué decir de asuntos tales como,
por ejemplo, que la UPC es insuficiente cuando nadie en el Estado colombiano se
ha ocupado de hacer un costeo de cuánto efectivamente cuesta el servicio de
salud por persona.
Año tras año se
incrementa su valor con base en un índice especial de inflación, tal vez porque
se sabe que un índice ordinario de inflación no es suficiente para cubrir las
absurdas negociaciones que se hicieron, por ejemplo, con el Tamiflu en el
manejo de la gripe AH1N1, y tanto menos para presentar incrementos
injustificados de $1 billón para que con base en esas cifras se establezca
anualmente el incremento de la UPC.
Si se toma como
base información sobredimensionada y que además hay sobreprecios por
intermediaciones, integraciones verticales, fraudes, la UPC no refleja el valor
real del servicio prestado a los usuarios. Sin embargo, nadie parece querer
asumir esta verdad de a puño.
Si se comprueba
fácticamente que de $1 billón y medio provenientes del Sistema General de
Participaciones destinados a financiar el régimen subsidiado territorial, sólo
llegó al usuario final una cifra de $350 mil millones, es decir, que se tradujo
en servicios reales y efectivos, ¿cómo es posible que aún tengamos preocupación
por la insuficiencia de recursos?
El propio ministro
de Hacienda y Crédito Público, Juan Carlos Echeverry, dijo en su momento que
“la plata estaba allí” y que el problema era de administración.
Así mismo se ha
verificado en concreto, con pruebas practicadas a la contabilidad, a los estados
financieros y al balance, que la UPC apenas ingresa a una EPS, se destina
primordialmente a pagar deudas con el sistema financiero, adquiridas para
atender obligaciones derivadas de la adquisición de activos que no siempre
tienen relación directa con la salud y que a pesar de ser adquiridos con los
recursos del sistema, aparecen a nombre de la propia EPS, lo que finalmente se
traduce en peculado.
Y esto tiene que
ver con un aspecto mucho más trascendental, que es la inexistencia de
aseguradores al interior del sistema. Ello no es una apreciación subjetiva,
pues cuando no se hacen las reservas durante el respectivo período fiscal y la
plata se aplica directamente a atender asuntos que solo luego de finiquitado el
respectivo año fiscal podrían ser atendidos con la utilidad del inversionista,
no cabe la mayor duda que la práctica generalizada no es precisamente la del
aseguramiento.
Pero como toda situación
es susceptible de empeorar, nada más aterrador que ante la compleja
problemática del sector, donde la vida de miles y miles de personas está en
riesgo, y por otro lado hay recursos para atenderlas, el sistema logra una
parálisis de recursos, por razones no muy comprensibles que básicamente tienen
que ver con el hecho de que se venía pagando y cobrando sin verificar de qué se
trataba del cobro y del pago y cobro de lo debido, pero como ahora hay una
Contraloría que posiblemente haga esa verificación, de alguna manera se han
frenado prácticas que finalmente pueden constituir.
Pero no todos los
cobros son injustificados, por lo que la situación actual no es plenamente
imputable al organismo de control. Entender qué pasa no es fácil. En realidad
todo es muy irracional, pero pareciera basarse en una lógica en virtud de la
cual sin EPS no habría servicios de salud.
Eso parece saberlo
el Gobierno Nacional que defiende a esos operadores a capa y espada, de tal
manera que conjuntamente con la Fiscalía General de la Nación mantienen un
falso equilibrio en espera de que la orientación del control fiscal empiece a
ser condescendiente.
No me atrevería a
afirmar que ello es deliberado, no tengo una sola prueba, no es el pensar del
Señor Presidente de la República, pero es lo que objetivamente sucede, pues la
capacidad intimidatoria es tal, que no sólo nadie se atreve a plantear
soluciones de fondo sino que la búsqueda de recursos adicionales, la concesión
de períodos también adicionales para sanear sus cuentas, la no adopción de
medidas ante el incumplimiento de márgenes de solvencia y patrimonio técnico
exigido, la demora en someterlas al control de la superintendencia financiera,
la exigencia de decretos que reglamenten las leyes, que reglamenten la
Constitución, que reglamenten…que reglamenten... para hacer lo que finalmente
la Ley 1438 dijo hace más de dos años de cara a evitar el giro directo a las
IPS, constituyen las patéticas escenas de una comedia muy mal escrita, pero con
gran éxito taquillero, en la que los críticos sobran, así como los enfermos de
mal gusto, de los que de vez en cuando se acuerda un periodista. ¿Será que las
cuentas maestras fueron ulteriormente saqueadas?
Salvar a las EPS
resulta indispensable para no volver a lo que sucedía antaño con el Instituto
de los Seguros Sociales, dicen los expertos. El régimen de privatizaciones, de
la autonomía privada y de la libertad de empresa exige entonces pleno respeto
de las reglas de la libre competencia y la proscripción de las prácticas
monopólicas no justificadas o no autorizadas por la ley.
Sin embargo, este
sistema no está excepto de privilegios respecto de algunos, lo cual se traduce
en desmedro para otros que dentro de la lógica de la libre competencia tendrían
derecho a gozar de condiciones que garanticen la plena igualdad en el mercado.
La Nueva EPS, así como la IPS Universitaria de Antioquia son dos ejemplos que
no pueden dejar de mencionarse.
Y qué decir de la
mal llamada integración vertical que no constituye nada distinto que la
apropiación indebida por parte de los operadores de la salud de recursos
destinados a atender el servicio y que, sin embargo, se aplica de manera
inmediata sin esperar si al final del ejercicio se producen o no utilidades,
adquirir bienes relacionados o no con la prestación del servicio, a nombre
directamente del operador privado.
Sin embargo, la
propia Ley a posteriori viendo legitimar esa práctica en un porcentaje del 30%,
práctica admisible, lo cual no deja de ser discutible, pues nadie ha demostrado
las sinergias que con ello se logra, mas sí confusión de recursos y la ocasión
de desvíos y sobrecostos que a partir de esos autoservicios se configura, pero
repito práctica admisible, sí y solo sí, el activo queda a nombre del sistema
de salud.
Las EPS también se
autoabastecen de sociedades comerciales de parientes de sus administradores,
con lo cual los bienes y servicios por estas requeridas, resultan más costosos
para el usuario final.
De recobros mucho se ha dicho, pero no está demás recordar que hay recobros de lo ya pagado, de lo que debería estar en el plan de beneficios del sistema de salud, por servicios prestados a sujetos inexistentes, por cirugías no realizadas, por tutelas fraudulentas, hay recobros originados en una práctica deliberada de algunas EPS que, según sus propias expresiones, crearon fábricas de tutelas para defraudar el sistema.
De recobros mucho se ha dicho, pero no está demás recordar que hay recobros de lo ya pagado, de lo que debería estar en el plan de beneficios del sistema de salud, por servicios prestados a sujetos inexistentes, por cirugías no realizadas, por tutelas fraudulentas, hay recobros originados en una práctica deliberada de algunas EPS que, según sus propias expresiones, crearon fábricas de tutelas para defraudar el sistema.
Llama poderosamente
la atención que luego de identificadas algunas prácticas corruptas, en un solo
mes donde estas disminuyeron en $500 mil millones, ello no originó decisiones drásticas
del ejecutivo para eliminar tan perversa práctica.
Y qué decir del no acatamiento de los fallos del más alto tribunal del contencioso administrativo, interventores que se atreven a pensar que ante la orden perentoria del Consejo de Estado podrían tomar los recursos de la venta de los activos adquiridos con plata del sistema para pagar la EPS que vienen administrando… eso no deja de ser un mal chiste.
¿Y la prevención?
No sólo el estado se desprendió de esta política, sino que no reaccionó ante el
deterioro de los indicadores de salud, eludió centrar la discusión en el
imperativo de protección de los derechos a la vida y a la salud y sigue con
discusiones, elucubraciones y poses entorno al modelo ideal… y en ese orden de
cosas, el sistema seguirá siendo perfecto, obviamente no la atención al
usuario, claro está.
Por Sandra Morelli Rico
Contralora General de la República
Contralora General de la República
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